¿Endulzante natural o artificial? Tu cuerpo tiene la respuesta

En la actualidad, la preocupación por una alimentación saludable ha llevado a miles de personas a cuestionar los ingredientes que consumen a diario, especialmente cuando se trata del sabor dulce. En este contexto, la elección entre endulzantes naturales y artificiales ha cobrado gran relevancia. El azúcar de caña, un endulzante natural utilizado durante siglos, se encuentra en el centro de este debate, comparado constantemente con los edulcorantes artificiales creados en laboratorio para imitar su dulzor.

¿Son realmente seguros los endulzantes artificiales?

El auge de las dietas bajas en calorías y sin azúcar ha impulsado el uso de edulcorantes artificiales como aspartame, sucralosa, sacarina y más recientemente, polioles como el eritritol. Estos productos son ampliamente promocionados por su bajo impacto calórico y su aparente beneficio en la prevención de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 y la obesidad. Sin embargo, estudios científicos recientes han comenzado a cuestionar la seguridad a largo plazo de estos compuestos.
Por otro lado, el azúcar de caña ha sido parte de nuestra dieta durante siglos. Aunque su consumo excesivo se asocia con enfermedades crónicas como obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, el azúcar en sí no es dañina cuando se consume con moderación y dentro de una dieta equilibrada. A diferencia de los edulcorantes artificiales, el azúcar de caña es un alimento mínimamente procesado (especialmente en sus formas menos refinadas como el piloncillo o el mascabado) y no contiene aditivos químicos sintéticos.
Si bien los edulcorantes artificiales pueden tener un lugar en dietas específicas, como en personas con diabetes bajo supervisión médica, el azúcar de caña, por ser un alimento natural y conocido por el cuerpo, puede representar una opción más equilibrada dentro de un estilo de vida saludable.

Cómo responde nuestro organismo ante cada tipo de endulzante
Además de las diferencias químicas y del grado de procesamiento, el cuerpo humano no reacciona de la misma manera frente a los endulzantes naturales y los artificiales.

Aunque ambos tipos buscan ofrecer dulzor, su impacto fisiológico y metabólico es notablemente distinto. Esta diferencia ha sido documentada en estudios recientes que analizan no solo el efecto inmediato en los niveles de glucosa o insulina, sino también las respuestas neurológicas, intestinales y hormonales.
Por ejemplo, los edulcorantes artificiales, aunque no aportan calorías, activan receptores del gusto de manera mucho más intensa que el azúcar. Esta sobreestimulación puede "desensibilizar" nuestras papilas gustativas, haciendo que los alimentos naturalmente dulces (como frutas) nos parezcan menos sabrosos. A largo plazo, esto puede fomentar una preferencia por sabores más intensos y productos ultraprocesados, dificultando la adherencia a una dieta saludable.

Por otro lado, investigaciones publicadas en revistas científicas como Cell y Nature han mostrado que algunos edulcorantes no calóricos alteran significativamente la microbiota intestinal —el ecosistema de bacterias beneficiosas en nuestro sistema digestivo—, lo cual podría afectar la regulación del metabolismo, el sistema inmunológico e incluso el estado de ánimo.
Otro aspecto preocupante es el efecto paradójico de los edulcorantes artificiales en el apetito. Aunque fueron diseñados para ayudar a controlar el peso, hay evidencia que sugiere que podrían aumentar el deseo de consumir más alimentos, especialmente los ricos en azúcares y grasas. Esto se debe a que, al no aportar calorías reales, el cuerpo no satisface la expectativa generada por el sabor dulce, lo que puede llevar a comer en exceso.

En 2023, un estudio publicado en Nature Medicine generó aún más controversia al encontrar una asociación entre niveles elevados de eritritol en sangre y un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, como infartos y accidentes cerebrovasculares. Si bien aún se requiere más investigación para establecer una relación causal directa, estos resultados plantean dudas sobre el uso indiscriminado de este tipo de compuestos en productos etiquetados como “saludables”.
En contraste, el azúcar de caña, aunque aporta calorías, es un producto que el cuerpo reconoce y metaboliza naturalmente. Cuando se consume en su forma menos refinada y en cantidades moderadas, no parece desencadenar los efectos secundarios mencionados anteriormente. Desde una perspectiva evolutiva, el cuerpo humano ha desarrollado mecanismos para procesar la glucosa y la sacarosa que provienen del azúcar natural. Además, el azúcar de caña no interfiere con la microbiota intestinal ni con los sistemas de recompensa neurológica de forma tan agresiva como los edulcorantes sintéticos.

¿Por qué el azúcar de caña es una mejor opción?

● Metabolismo fisiológico predecible
A diferencia de los edulcorantes artificiales, la sacarosa se metaboliza mediante vías enzimáticas bien definidas, sin generar subproductos inesperados que alteren la microbiota intestinal o provoquen señales “falsas” de saciedad.
● Menor riesgo de desequilibrio intestinal
Estudios han demostrado que la sacarosa, al ser un carbohidrato fermentable en menor proporción que los edulcorantes artificiales, no produce cambios drásticos en la composición bacteriana del colon. En contraste, sucralosa y sacarina pueden favorecer el crecimiento de bacterias relacionadas con resistencia insulínica y con el metabolismo.
● Ausencia de señales “engañosas” al cerebro
El dulzor extremo de los edulcorantes artificiales confunde los mecanismos de regulación del apetito, pues el cerebro percibe un alto nivel de dulzor sin la correspondiente ingesta calórica, lo que puede inducir a consumir alimentos densos en calorías más tarde para “compensar” esa expectativa. Con el azúcar de caña, la intensidad del dulzor está en línea con las calorías consumidas.
● Recomendaciones de organismos internacionales
Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO) han enfatizado que, si bien los azúcares libres (incluida la sacarosa) deben limitarse a menos del 10% (idealmente <5%) de la ingesta calórica diaria para prevenir obesidad y caries, no se recomienda reemplazarlos de forma indiscriminada con edulcorantes no calóricos debido a los posibles efectos adversos de estos últimos.

 

Conclusión
El debate entre el uso de endulzantes naturales y artificiales refleja una preocupación legítima por la salud y el bienestar en la alimentación moderna. Si bien los edulcorantes artificiales surgieron como una alternativa “más saludable” al azúcar tradicional, cada vez más estudios científicos alertan sobre sus posibles efectos negativos a largo plazo en el metabolismo, la microbiota intestinal y el sistema neurológico.

Por el contrario, el azúcar de caña, consumido siempre dentro de un esquema de moderación (siguiendo la recomendación de que los azúcares libres no superen el 10% de la ingesta calórica diaria), se metaboliza de manera predecible y no interfiere de modo agresivo en los sistemas neurológico, intestinal y hormonal.

Bibliografía
World Health Organization. (2015). Guideline: Sugars intake for adults and children. WHO. https://www.who.int/publications/i/item/9789241549028

Johns Hopkins Medicine. (n.d.). Facts About Sugar and Sugar Substitutes.  https://www.hopkinsmedicine.org/health/wellness-and-prevention/facts-about-sugar-and-sugar-substitutes

Organización Mundial de la Salud. (2015). Directriz: ingesta de azúcares para adultos y niños: resumen (WHO/NMH/NHD/15.2). Ginebra: OMS.   https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/154587/WHO_NMH_NHD_15.2_spa.pdf?sequence=2&isAllowed=y